domingo, 21 de abril de 2013

Slytherin



      Los pasos resonaban por las catacumbas mientras los 5 hombres bajaban por las escaleras que conducían al piso inferior, detrás flotando tras de ellos una joven de pelo castaño que caía como una cascada hasta el suelo. Iba vestida con la túnica negra del colegio y en el cuello llevaba enrollada una bufanda amarilla y negra con la imagen de un oscuro tejón bordada en ella. En su rostro, completamente petrificado, todavía se podía apreciar la cara de terror justo antes de que aquellos hombres la petrificaran. En su mano fuertemente agarrada estaba la varita que apenas había podido agarrar antes de ser golpeada por el conjuro. 
Los hombres caminaban en silencio con sus largas túnicas de color negro rozando las frías baldosas de piedra . Unas oscuras máscaras con finísimos detalles en plata cubrían sus rostros y en sus manos todos ellos sujetaban con fuerza una varita en su mano mientras seguían avanzando. 
Al llegar al último piso avanzaron por un largo pasillo tenuemente iluminado por antorchas, cuanto más avanzaban más palpable se hacía la humedad del ambiente, lo que indicaba que se acercaban mas al lago que reposaba por encima de las catacumbas del colegio. El pasillo llego a una encrucijada que se dividía en tres caminos, el primero de ellos susurro unas palabras con una suave voz femenina mientras movía suavemente la varita en el cielo haciendo extrañas formas. Encima de cada pasillo aparecieron unas letras escritas en unas antiguas runas, la mujer las leyó detenidamente, y volvió a hacerlo una segunda vez al no creer lo que ponía en ellas. Giró la cabeza algo preocupada, los otros 4 miraban expectantes.
-Voldemort…-susurró ella casi con miedo, los 4 hombres de atrás se estremecieron como si el mero nombre de aquel hombre tuviera sobre ellos un poder que ninguna magia en la tierra pudiera igualar. 
Tras susurrar las frases una de las runas se encendió de un color verde brillante, como el veneno de una serpiente, y un haz de luz repto por el techo del pasillo iluminando el recorrido a seguir. Tras un momento de vacilación los hombres siguieron adelante. Tras cruzar todo el pasillo llegaron a una puerta de ébano, muy antigua, con unos goznes de metal pintados en negro. La mujer se acercó y tocó un par de veces. La puerta se abrió lentamente profiriendo un chirrido casi agónico, que helo la sangre a los hombres que se encontraban esperando. 
La estancia que se encontraba antes ellos era enorme. Una gran sala con muchísimas estanterías, todas ellas repletas de libros. En una de las paredes reposaba una gran mesa de granito y encima de ella un caldero, el fuego lo mantenía caliente y de el salía un humo morado que llenaba parte de la estancia, el olor era penetrante y muy desagradable. Enfrente del caldero había un joven. Llevaba la túnica del colegio con una gran serpiente verde y plateada bordada en la solapa. Tenía el pelo largo y negro, recogido en una coleta que le caía en bucles sobre la espalda. Movía el caldero lentamente sin inmutarse por la gente que acababa de entrar. 
 -¿Que me has traído esta vez megara?-dijo el chico sin mirar a ninguno de los 5 mortifagos que esperaban en el linde de la puerta 
-No deberías usar el nombre del señor oscuro así, Charles, no deberías usar su nombre tan a la ligera, es poderoso -En la voz de la mujer había miedo, los otros asintieron. 
-Sólo tiene poder sobre las débiles mentes que se asustan de un nombre-El hizo una señal con su mano para que los 5 pasaran, tras el beneplácito del chico los 5 pasaron-Quitaros las mascaras-Dijo él y con un giro de varita las mascaras desapareciendo haciéndose polvo. 
Detrás de ella se encontraban las caras de unos chicos que haría poco que habían cumplido los 18 y todavía quedaba en ellos alguna señal de la adolescencia. Parecían mayores que el que sujetaba la varita pero ninguno se atrevía a decirle nada. Los 5 se quedaron de pie esperando a que el chico se decidiera a atenderles y colocaron la presa que habían capturado en el suelo frente a ellos como si de una ofrenda se tratara. A la luz de la estancia se podía observar mejor a la chica, no debía de tener más de 15 años, era realmente preciosa, con una piel clara y delicada, sus labios carnosos y gruesos, la nariz pequeña. 
-Sabes que no me importa lo que capturéis, metedlo en una celda como los dem…-El chico paró la frase a mitad al girarse y ver a la chica que reposaba por el suelo, su rostro se desencajó y sus manos apretaron fuertemente la varita. -¿Se encuentra bien?-chillo el chico a los hombres que estaban ahí. 
-eh…-Respondió la joven, se había quedado completamente en blanco, la varita del chico hizo un rápido gesto y si pronunciar palabra la chica se elevo por el techo, las manos de ella se cogían la garganta como si intentaran apartar una cuerda invisible, cuando el chico bajo la varita ella cayó al suelo jadeante mientras intentaba recuperar el aliento. 
-¡te he preguntado si está bien!-Gritó el chico, uno de los que había detrás del la chica se adelantó. 
-Esta bien mi señor, solo petrificada-contestó, era un chico muy alto, y tan ancho como una montaña, sus manos eran tan grandes que podría haber aplastado la cabeza de cualquier persona solo con ellas, pero su voz era apenas un hilo de voz al dirigirse al chico. 
-Marcharos!-dijo el chico casi gruñendo había perdido en control 
-Pero el señor Dyngwell nos dijo que le lleváramos a todos los prisioneros..-espetó el chico gordo con algo de miedo. 
 -Crucio-Susurraron los labios del joven, el grande se retorció en el suelo mientras la varita apenas se movía sujeta por una mano firme, con un movimiento el maleficio ceso y los gritos del chico dejaron de oírse-Que dyngwell venga a hablar conmigo después, tengo que interrogar a la chica, ahora marcharos. 

Los 5 abandonaron la sala corriendo, con un gesto de la varita, la puerta se cerró y se selló mágicamente con un gesto de la varita dejo a la chica tumbada encima del banco, colocó un cojín en su cabeza y se colocó a su lado. Acarició su pelo con dos dedos, consciente que jamás sabría lo que había pasado y revisó los pocos arañazos que había en su cuerpo, remendando con la varita la ropa de la joven. Con un movimiento de muñeca hizo que la petrificación se desvaneciera y la chica despertó como si de una pesadilla se tratara. Se incorporó de golpe con un pequeño chillido, y giró la cabeza como si no supiera donde estaba. 
-Charles!-dijo al verle, su cara se ilumino y sus ojos brillaron con un par de lagrimas que enseguida se formaron bajo ellos.-Rápido hay que salir de aquí, hay mortífagos por el colegio, tenemos que salir de aquí-
La chica estaba nerviosa, como un ratoncito asustado y eso hacía que fuera todavía más hermosa. 
-Aquí estaremos bien, ellos te han traído hasta aquí. Ella se apartó como asustada ante lo que había dicho, como si le hubiera tirado un cubo de agua fría. 
-Tu…-dijo, una mirada de despreció asomo en su rostro-No puede ser, no puedes haberte unido a ellos. 

El chico se remangó la muñeca enseñando un tatuaje en el antebrazo, era una serpiente enrollada a una calavera. Ella se levantó de la mesa como pudo y tirando varios viales de cristal al suelo corrió hacia la puerta intentando abrirla, cuando vio que no pudo busco su varita y apunto al chico mientras buscaba la forma de salir. 
-eres una sucia rata!-dijo ella chillando-como has podido unirte a ellos, como has podido traicionar así a la gente del colegio. 
-¿Traicionar?-pregunto el chico sin mover un musculo-Jamás he traicionado a nadie, siempre has sabido cómo era, siempre has sabido que acabaría así. 
-yo…no…yo creía en ti-dijo sollozando 
-Que tierno…-El chico sonrió un poco como si una parte de su alma todavía pudiera ser salvada 
-No te rías de mi! Expelliar…-No terminó la frase cuando la varita del chico se movió hacia la suya desarmándola y dejándola indefensa. 
-Nunca fuiste muy buena con ese tipo de conjuros-el chico dejo la varita encima del mármol- Ahora cállate, no tenemos mucho tiempo antes de que lleguen mortifagos de verdad y no esos niños que te atraparon y si no colaboras no podré sacarte de aquí. 

Ella se quedó estupefacta como si la hubieran golpeado con una maza en la cabeza. 
-¿yo? ¿Por qué yo? ¿Por qué me ayudas a mi? ¿por qué no ayudas al resto que han capturado? ¿Por qué?-preguntó la chica sin entender nada, había visto a sus amigos capturados y sabía que jamás nadie había escapado de ellos. 
-Porque eres tú, porque siempre has sido tu.

1 comentario:

  1. Qué bonito >.< dicen que Helga Hufflepuff y Salazar Slytherin eran amigos

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